¿quién soy?

Creo que sería muy fácil deciros cómo me llamo, qué edad tengo, de dónde soy... esas cosas que se suelen decir en una presentación. Así que, permitidme modificar esto de las presentaciones un poco.

Soy una chica que se tiene que poner de puntillas para coger los vasos del armario, que apenas llega bien a escribir en la pizarra de una clase de infantil y que, siendo la mayor, soy la pequeña. Desde que era pequeña (pero de verdad) no me separaba de las cámaras que tenían un número limitado de fotos y que, o escogías bien, o te quedabas sin oportunidades. Siempre las usaba cuando viajaba, cuando había algo emocionante que registrar el papel fotográfico. Quizá por eso me siento tan libre con una cámara entre las manos.

A veces pienso que en otra vida fui abeja o simplemente un campo en plena primavera. Con bonitas flores, llenando de color un prado que sin ellas no es lo mismo. Qué poco se tiene en cuenta a las cosas que nos da la tierra, las cosas bonitas, las cosas puras, la belleza.

La idea de haber sido una abeja en otra vida se transforma en un pájaro, en un avión, en una mota de polvo o en aire. Poder desplazarte sin barreras, visitar lo que te apetezca visitar, ser libre para ser feliz en cualquier parte del mundo, conocer culturas, conocer sitios, conocer gente, conocer, crecer. He sido aire bastantes veces, he ido a sitios que jamás podré olvidar, y este es uno de ellos. La pureza que se respiraba por las calles de tierra y de agua, las flores, las bicicletas, el frío caliente y las historias tan tristes, pero tan bonitas de recordar porque gracias a ellas somos como somos, o lo intentamos. Porque en el metro se escuchaba el silencio, porque había cafeterías donde me quedaría a vivir y porque, vayas por donde vayas, pises el suelo que pises, hay arte en cada centímetro de la ciudad.

El placer de recordar emociones, sentimientos, lugares, acciones, personas y dejar constancia de ello en un sitio donde siempre podrás recurrir, incluso si la memoria te falla. Escribir con un bolígrafo, como a la vieja usanza, con una taza de café con leche bien caliente al lado y con mucho azúcar. El placer de dejar constancia de que fuiste feliz, de que eres feliz y de que, en un futuro, cuando lo vuelvas a leer, volverás a ser feliz. Felicidad constante. Felicidad producida. Felicidad siempre compartida.

Siempre he pensado que los huracanes, los tsunamis y los terremotos son cosas creadas por la naturaleza que no traen cosas positivas. Pero el mar, el océano, es una mezcla de todo lo que se me puede ver con un microscopio. La profundidad de sus aguas, la luz que se proyecta y traspasa hasta su interior, la fuerza que puede llegar a tener, pero la serenidad que mantiene en los días tranquilos. Chocándose con las olas cuando contiene rabia o acariciando la orilla de la playa con suavidad cuando lo único que contiene es humildad. La tranquilidad de su sonido y las maravillas que se encuentran en su interior. Y si todo esto lo colgamos en un cuadro en uno de los museos más bonitos que he visitado nunca, se crea la combinación perfecta, se crea mucha belleza.



Y esta sería yo, resumida con unas cuantas palabras y unos pocos dibujos.
A partir de aquí espero que, poco a poco, se vaya conociendo más a la persona que hay detrás de aquí, con más palabras, por si estas no han sido suficientes.

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