viernes, 18 de octubre de 2019

Estoy viviendo una revolución


Hace dos años y quince días se inició una revolución en mi pueblo, en mi ciudad, en mi país.

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La historia comenzó un 1 de octubre de 2017 cuando muchas de las personas residentes en este pueblo catalán decidimos salir a la calle para ejercer nuestro derecho de voto. Las urnas y las papeletas improvisadas llenaron los colegios que después tuvieron que abandonar a escondidas porque la policía venía a por ellas.

ImagenHubo golpes. De hecho, muchos golpes. La policía no tenía miedo de apalizar a los ciudadanos que solamente estaban marcando con una cruz un sí o un no un papel que después meterían a la urna. Con porra en mano golpeaban a diestro a siniestro, sin importar si eran hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos o ancianas. Tampoco les importó si estaban con las manos en alto o si estaban tratando de abandonar el colegio donde había ido a votar.

Y sí. La policía, ese 1 de octubre de 2017 aporreó a ciudadanos del pueblo catalán por el simple hecho de votar, por el simple hecho de ejercer el derecho de votar, tal y como dice el artículo 23 de la Constitución Española.

Vayamos un poco adelante en el tiempo y plantémonos en el 1 de octubre de 2019, apenas quince días atrás de hoy, 16 de octubre del mismo año, día que estoy escribiendo esto. Dos años después de esas palizas que temo recordar no pasó nada. Y cuando digo nada, es nada. Ni una manifestación. Ni una huelga. Nada de nada. Fui a clase e hice una exposición. Mientras esperaba que fuese mi turno recordé lo que pasó en ese momento dos años atrás. A las ocho de la noche aún había gente en las calles del pueblo catalán, indignadas por lo que había pasado. Pero ahora, en 2019 no estaba pasando nada. ¿Por qué? No lo entendía. Mi cabeza no lo lograba entender.

Pero hoy, quince días después, creo empezar a entender las cosas.

ImagenEstábamos cagadas de miedo todas las personas que formamos el pueblo catalán. Cagadas de miedo porque nuestros políticos y nuestras políticas estaban en la cárcel esperando la sentencia de un juez que llegaría un viernes, más concretamente el 11 de octubre. Estábamos a la espera de qué era lo que iba a pasar (a pesar de que todo el mundo sabía qué sentencia dictaría la “justicia”.

Pero esa sentencia no llegó el viernes 11 de octubre de 2019, sino que la aplazaron al lunes 14 de octubre, hace solo dos días. Fue por la mañana, temprano. Y pasó lo que más temíamos: 9, 10, 11, 12 y 13 años de cárcel para los presos polítics que llevaban ya 2 años encerrados simplemente por organizar un referéndum y manifestaciones.

Y hoy, dos días después, mi pueblo arde, grita, llora y lucha, sobre todo lucha.

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Y ahora que he empezado a entender las cosas ha sido cuando me he dado cuenta de que el 1 de octubre de 2019 estábamos cogiendo fuerzas para dos semanas después reclamar todo lo que llevamos dos años callando.

Y siento decir que no nos daremos por vencidos, ni con el 155 ni con el 116. Porque esto que está pasando ya no es solo por si República Independent de Catalunya o no. Ya no se trata de esto. Ahora se trata de democracia, de que queremos ser escuchadas, que queremos poder votar y manifestarnos. Queremos tener todos y cada uno de los derechos que nos tocan y que no nos están dejando tener. Y ya no somos solo nosotras, las personas del pueblo catalán. Ahora somos mucha gente más, gente de todos los puntos de España, e incluso de Europa.

Ahora ya no estamos solos en esto porque ahora se trata de los derechos de todo el país, de toda España, desde Barcelona hasta Cádiz pasando por Madrid. Y no van a haber policías suficientes para pararnos a las más de 45 millones de personas que somos.


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